miércoles, 5 de diciembre de 2012

Ni el calor humano le quita lo amargo a mi café.


Me froto mis manos como si fuera una mosca devorando la mierda que acabas de escribir. Soy el perro callejero que te sigue con ganas de llegar hasta los confines de tu fría casa para alimentar un momento de vacío más en mi estómago. Evades el placer carnal con la misma astucia con la cual haces copyleft (sarcástico y peyorativo) a pensamientos superficiales. 

De todas formas el color y la forma te favorecen, con todo y la pésima composición del cuadro. Se acaba la bolsa de gomitas y el THC me permite, por fin, despedirme de lo que inspiraste durante una breve sensación de pachequés.

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